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El ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro ha asegurado hoy que los funcionarios no tienen nada que temer del plan que han pedido a los Ayuntamientos para reducir personal. Esta aclaración es en sí una contradicción, y para mi que los funcionarios tendrían que ponerse a temblar por las medidas que prepara el Gobierno. Todos sabemos que hay muchos funcionarios que tienen poco trabajo, al igual que los hay que están abrumados por el mismo, a pesar de que siempre nos cebamos con la generalización, y a pesar de los desmentidos Montoro ha dicho que la función pública no es para toda la vida y que debe temer por su puesto el que haya sido contratado para tener los brazos cruzados. Lo dicho, funcionarios temblad. Pero, ¿es necesario que los funcionarios dejen de tener un empleo para toda la vida? ¿Deben ser simplemente unos empleados más? Si preguntamos estas dos cosas a la mayoría de la población (que no sean funcionarios) la respuesta seguramente vaya en un sentido muy claro: no y sí. Pero simplificar siempre es peligroso. La razón de que en este país y en otros exista la figura del funcionario, cuyo despido es muy complicado legalmente, tiene un motivo. El funcionario debe ser capaz de tomar decisiones que afecten a sus jefes, los políticos, y no sufrir represalias por parte de estos. Es una forma de evitar la corrupción, una legislación que haga el despido de funcionarios, vigilantes del buen funcionamiento del Estado, muy complicado. La figura del funcionario tiene además el acceso a su puesto por oposición y esto impide la colocación de amigos en la administración, ya que el proceso de elección es, idealmente, equitativo. Y al no permitirse los despidos no puede el político de turno despedir a todos los que están en un sitio para meter a sus amigos a dedo. Por supuesto de la idea a la realidad siempre hay un buen trecho, y tengo dudas de que realmente sea un mecanismo eficiente de protección del buen funcionamiento del Estado. También hay dudas en algunos cuerpos de que no haya enchufismos, que realmente el proceso de elección sea puramente meritorio. ¿Cómo debería ser la función pública, a mi entender? Personalmente creo que la proporción de funcionarios que ocupan puestos públicos debería ser menor. No es necesario que para atender una ventanilla en un Ayuntamiento se necesite a un funcionario, por ejemplo. Con esto no quiero decir que el número de empleados públicos tenga que reducirse, ese es otro tema distinto, sino que debería haber más proporción de contratados, que podrían ser despedidos si no trabajan bien, que de funcionarios, que tendrían los puestos de mayor responsabilidad y estarían libres de represalias de los políticos. Estos cambios que comento desde luego implicarían reformas muy serias de la legislación, ya que hay tareas que legalmente sólo puede realizar un funcionario (que tiene algunas funciones similares a las de un notario), y podría ser implementada de una forma progresiva, sustituyendo funcionarios jubilados por empleados normales, sin necesidad de cargarnos la protección contra el despido de la que gozan los funcionarios. Sin embargo mi impresión, por las palabras de Montoro, que no tienen nada de tranquilizadoras, es que más bien nos encaminamos a una supresión de ciertas garantías que tienen los funcionarios, equiparándolos todos a los trabajadores normales y además con una opinión pública muy a su favor. Cambios así, creo yo, deberían ser más meditados. En El Blog Salmón | El plan de pensiones de los funcionarios se congela también, ¿Eres funcionario? Te han bajado el sueldo Imagen | treballcat

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