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En términos absolutos, la tecnología lleva poco tiempo formando parte de nuestras vidas. Sin embargo, en ese breve período ha experimentado un avance muy significativo, que ha afectado a todos los ámbitos de la vida. Desde aquellas máquinas que en su día desempeñaban las tareas repetitivas en las líneas de producción hasta los dispositivos que hoy cuentan, por ejemplo, con tecnología de reconocimiento facial han pasado apenas 30 años.
Un proceso de cambio irreversible que afectará a todos los sectores económicos


A mediados de los años 90, la llegada de las tecnologías digitales revolucionó el funcionamiento de las empresas, al asumir muchas de sus tareas más rutinarias, con el consecuente ahorro de tiempo y costes que eso supuso. Hoy en día, la tecnología va mucho más allá y es capaz de resolver problemas de forma autónoma. Sin duda este nuevo paradigma tecnológico llega para revolucionar los mercados y, como decían los economistas Brynjolfsson y McAfee, no es sólo una mera anécdota.
En CaixaBank conocen muy bien esta realidad, ya que son pioneros en innovación e investigación de mercado. La labor del departamento de macroeconomía de su Área de Planificación Estratégica y Estudios ha desentrañado las claves de este proceso respondiendo a una pregunta central: ¿cuál es el potencial impacto de este cambio tecnológico sobre el mercado laboral, la estructura sectorial de la economía y el funcionamiento de las empresas?
Las profesiones del futuro
En este nuevo panorama, la tecnología se colocará en el centro del proceso productivo, llevando la eficiencia a límites hasta ahora desconocidos. Los nuevos sistemas, y su integración en el mercado a todos los niveles, traerán consigo un importante rediseño del mundo profesional tal y como hoy lo conocemos.

El llamado “efecto sustitución” ya ha comenzado a darse en algunos casos, como el de la tienda inaugurada por Amazon en Seattle, en la que no existen cajeros ni dependientes y el cobro se realiza de forma automática cuando un cliente sale del local. Un fenómeno que, inevitablemente, hará desaparecer algunas ocupaciones. Sin embargo, esperamos que el efecto de complementariedad sea, una vez más, superior al de sustitución. Esta complementariedad se encuentra ya presente en profesiones que usan a diario las nuevas herramientas digitales para mejorar la calidad del servicio o los procesos de producción. Y se espera que este otro efecto provoque el surgimiento de nuevas profesiones que, aunque no se conozcan todavía, serán imprescindibles en un futuro cada vez menos lejano.


Según el estudio realizado por CaixaBank Research en relación a datos recogidos en 2015 por la revista Journal of Economics, desde el año 1980 en Estados Unidos se ha registrado un aumento sustancial de profesiones que requieren habilidades sociales. A medida que las nuevas tecnologías vayan extendiendo sus redes y asumiendo la elaboración de tareas más abstractas y complejas, el cambio en las habilidades requeridas para la inserción en el mercado laboral será cada vez más evidente. Este nuevo protagonismo digital desplazará los requerimientos profesionales hacia el campo de la empatía y las habilidades sociales, capacidades que resultarán fundamentales en este futuro panorama.
Los mercados del futuro
Las plataformas digitales ya participan en procesos de distribución de un gran número de bienes y servicios. En los próximos años se espera que esa participación se extienda también a los procesos de producción y posproducción en todas sus fases, tanto en cuanto al diseño o a la innovación como respecto a las estrategias de venta. Un buen ejemplo que sirve para ilustrar este inevitable y, por otro lado, sumamente rentable proceso es el caso de Spotify. La empresa, que nació como una plataforma de música en streaming, usa ya los datos sobre los gustos de sus usuarios para ofrecerles la posibilidad de comprar entradas a conciertos y eventos musicales en función de sus intereses.
Ante estas predicciones, da la impresión de que las empresas con una fuerte estructura digital serán quienes lideren el mercado del futuro. Un mercado dominado por un vasto flujo de datos que permitirán a las compañías más innovadoras ofrecer bienes y servicios 100% personalizados. La manera correcta de diferenciarse en un escenario cada vez más cargado de estímulos en el que la eficiencia ha pasado de ser un desafío a convertirse en una exigencia.
Además, todo este proceso se enmarca en un mundo cada vez más globalizado, en el que las nuevas tecnologías también tienen un protagonismo clave. Sin lugar a dudas, los mercados del futuro serán, al igual que las empresas que los formen, cada vez menos jerárquicos, más dinámicos y más flexibles. Un cambio que necesariamente deberá estar acompañado de estructuras internacionales que lo sustenten.
Las empresas del futuro
Con un horizonte profesional rediseñado por el efecto de complementariedad y un mercado rendido ante las exigencias de la globalización, a las empresas no les quedará más opción que ser líderes o reflejo de todos estos cambios. Algunos autores vaticinan la llegada de una nueva estructura dual. Por un lado, los avances tecnológicos posibilitarán una mejora en la calidad de los productos sin renunciar a los niveles de producción de mercados globales, una circunstancia que tenderá a fomentar ciertas tendencias monopolísticas. Por otro, las semillas de la especialización digital comenzarán a dar sus frutos en forma de empresas pequeñas con enfoques específicos y con altos niveles de sofisticación y personalización.

En suma, la sociedad está inmersa en un cambio de paradigma tecnológico que afectará profundamente a todos los sectores del mercado. Tomar las decisiones adecuadas y prepararse para estos cambios será imprescindible si se quieren aprovechar todas sus oportunidades. Tal y como afirma Javier García-Arenas, del departamento de macroeconomía de CaixaBank, no debemos perder de vista que la tecnología es una herramienta, pero las decisiones las continuaremos tomando nosotros: la clave no es preguntarse qué hará la tecnología en el futuro, sino qué podemos hacer nosotros con la tecnología.

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